Créditos Imagen: Ray Fosse Foto: The Athletic
José Luis López | Prensa LVBP
Caracas.- Termina la tercera semana de octubre y a quienes hemos sido impenitentes seguidores y amantes del beisbol profesional venezolano, nos queda un dolor de corazón, pues en ella quedó apeada la vida de Ray Fosse, uno de los más enjundiosos peloteros que hayan visto acción en nuestro medio.
Fosse, receptor de múltiples recursos defensivos y ofensivos en sus años de activista, amén de consumado narrador deportivo luego de colgar los aperos, exhaló su aliento final el pasado miércoles 13, a la edad de 74 años.
En agosto, apremiado por el cáncer se vio obligado abandonar la cabina de transmisión radial y televisiva de los Atléticos de Oakland para hacer frente a la última parte de su batalla contra la enfermedad, la cual le resultó adversa. Pero como ocurrió cuando se instalaba detrás del plato, el mal tuvo que soltar toda su artillería para doblegar la vida de un hombre que odiaba perder y que ponía todo de sí en pos de cada victoria.
Para que la muerte pudiese doblegarlo, debió plantear lucha de 16 años. Ello aporta una idea de lo batallador que en todos los terrenos fue este muy fino receptor.
En noviembre de 1969, Fosse tuvo su primer contacto con la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Tal vez no estaba en sus planes jugar pelota invernal, cuando los Navegantes del Magallanes lo contactaba para ofrecerle un trabajo que suponía una gran responsabilidad. Walter Hriniak, receptor del club, se había lesionado y por ello debía regresar a Estados Unidos, justo cuando bateaba para .341 puntos.
Magallanes encaraba un gran compromiso aquella temporada 1969-1970 de la LVBP. Era su primera contienda en Valencia, ciudad a la cual se había mudado después de despedirse del caraqueño parque Universitario en la temporada 1968-1969, cuando el club fue vendido a un grupo de pujantes empresarios carabobeños. Magallanes llegaba al Estadio José Bernardo Pérez, el cual hasta la justa 1967-1968, había sido hogar de los Industriales de Valencia, que en la temporada siguiente se transformaron en Llaneros de Acarigua.
El traslado del Magallanes a su nuevo hogar tenía un sabor agridulce. Si bien la llegada a un nuevo lar generaba gran expectativa, en el seno del equipo cundía una gran tristeza. Isaías “Látigo” Chávez, figura indiscutible del montículo navegante, había rendido su jornada el domingo 16 de marzo de aquel 1969, en un pavoroso accidente aéreo registrado en Maracaibo.
Otro punto resaltante de aquella campaña 1969-1970, lo aportaba precisamente la llegada de la LVBP a la capital zuliana, ciudad que desde la desaparición de la Liga Occidental a principios del sexto decenio, se hallaba huérfana de pelota rentada. Solamente los días 18 de noviembre y a instancias de Luis Aparicio como campocorto de los Tiburones de La Guaira, este club se trasladaba a la Tierra del Sol Amada para mantener viva la tradición del Juego de La Chinita.
En suma, Valencia regresaba y Maracaibo ingresaba al concierto de sedes oficiales de la LVBP. Y eso generaba la natural atención por parte de la fanaticada, que también veía transformarse a los Llaneros de Acarigua en Águilas del Zulia.
Rápida adaptación
La nueva directiva de los Navegantes del Magallanes estaba muy consciente del compromiso que había asumido al sacar de Caracas al equipo, su cuna natal. Además, por aquel entonces el club no acariciaba el trapo campeonil desde el ya lejano 1955. En total, 14 años de sequía molestaban a la gran legión de seguidores del galeón que -para colmo- ahora era valenciano.
En medio de ese panorama, llegaba Ray Fosse a Venezuela. Se unía a un club que tenía en sus jardines al enjundioso Armando Ortiz, a un jugador con savia de grandesligas como Clarence Gaston y a otro bateador de buenos resultados como Jim Holt.
El cuadro interior era un poema a la excelencia defensiva. Dámaso Blanco en la antesala, Jesús Aristimuño en la grama corta, Gustavo Gil -bien llamado Maestro- en la segunda base y el cubano Hiraldo “Chico” Ruiz en la inicial. Vale decir que también sabían hacer daño con el madero.
Sobre la loma desfilaban principalmente Jay Ritchie, Dick Baney, Danny Morris y el goajiro Orlando Peña, fajador de alta factura. También sobresalían los criollos Gilberto Marcano y Gregorio Machado, quienes apuntaban como brazos confiables para el futuro.
Los equipos nunca están exentos del flagelo de las lesiones… Magallanes no fue la excepción. Aparte del receptor Walter Hriniak -quien años más tarde ganaría reputación como eminente instructor de bateo en las Mayores-, Clarence Gaston y Dick Baney debieron abandonar la nave. Gaston impelido por una lesión de rodilla, dejaría una carta de despedida que fue publicada por Sport Gráfico, revista que haría historia en el periodismo deportivo venezolano, entre 1965 y 1974.
En medio de ese panorama, Ray Fosse desembarcaría en Valencia, junto al lanzador zurdo Don Eddy y el jardinero Gregory Sims, quien procedía de la Liga Mexicana del Pacífico, por aquellos días casi desconocida para los seguidores de la LVBP.
Fosse rápidamente se empapó de todo aquello que rodeaba al Magallanes y a la temporada en sí. El equipo estaba en una gran campaña y su tarea era ayudar a mantener aquel buen ritmo.
Nacido el 4 de abril de 1947, en Marion, Illinois, en 32 juegos, Fosse consumió 110 turnos al bate con 30 imparables, 19 anotadas, cuatro dobles, tres triples y tres jonrones, con 15 empujadas, 49 bases alcanzadas -con diez extrabases- y .273 puntos de promedio con .445 de slugging.
Nótese que era un receptor con poder adicional y que movía muy bien las piernas. Bateó tres cuadrangulares e igual cifra de triples, algo difícil de ver en el beisbol actual.
Fosse era un fajador nato. Tenía un fusil en el brazo para aquellos que osaban salirle al robo. Y cuando alguien quería anotar en jugada cerrada, se encontraba con una auténtica muralla frente al plato. Cualidad casi le cuesta la carrera.
Cuando un bateador la rodaba por el cuadro, Fosse salía a correr a su lado por si había un disparo desviado, el daño fuese mínimo.
También cuando caía el tercer out en una entrada, Fosse se levantaba de su posición y se despojaba del peto camino al dugout. El cubano Carlos “Patato” Pascual, mánager del club, le conminaba a bajar sus ímpetus. Pero Fosse no conocía otra manera de entender y jugar al beisbol.
La postemporada de aquella 1969-1970, Fosse la vivió con intensidad. Primero en la semifinal contra unos Tigres de Aragua que contaban con David Concepción, César Gutiérrez, Elio Chacón, el refuerzo Rich Scheinblum -slugger tomado de los Leones del Caracas-, el receptor grandeliga John Bateman y el raudo jardinero Charles Day, entre otros.
Y más tarde en una barrida en la Serie Final a cinco juegos, ante unos Tiburones de La Guaira con los dientes bien afilados, que presentaban a Enzo Hernández, Remigio Hermoso, José Herrera, Ramón Webster, Paul Casanova, Ángel Bravo, el refuerzo Víctor Davalillo -tomado del Caracas- y una regadera llamada Fred Rico, quien por cierto fue el último out de la temporada.
En pitcheo, los escualos exhibieron al derecho Aurelio Monteagudo y el pecoso Mike Hedlund -campeón efectividad del torneo con 0.75-, junto a los zurdos Marcelino López, Larry Jaster y Richie Nye, quien llegó a ser el ídolo de las fanáticas del tiburón.
Nada pudo hacer La Guaira ante ese ciclón que fue Magallanes. Delio Amado León, desde la caseta de Radio Rumbos, no se cansaba de repetir: “Después de 14 años, Magallanes está en algo”.
Y al caer aquel out 27 del tercer y último juego de aquella Serie Final en el Parque Universitario -Magallanes había ganado los dos primeros juegos, uno en Caracas y el otro en Valencia-, Ray Fosse fue a abrazar a Jay Ritchie, luego de cubrir toda la ruta. Los Navegantes ganaban así el derecho de representar a Venezuela en el inicio de la segunda etapa de la Serie del Caribe, evento que en pocos días renacería en el propio estadio de Los Chaguaramos.
Fosse campeón del Caribe
Ray Fosse tuvo dos momentos de alto voltaje en la Serie del Caribe de 1970, en la que aparte de conducir de modo magistral a los lanzadores de los Navegantes, se vio envuelto en jugadas inolvidables contra los Leones de Ponce, campeones de Puerto Rico.
El primero ocurrió en la única derrota del conjunto venezolano en los ocho juegos que realizó. Con el juego igualado 4-4, hubo un machucón de Bernie Carbo entre el montículo y el sendero entre la inicial y la intermedia. Un titubeo del lanzador zurdo Don Eddy, hizo que Santos Alomar -el padre de Roberto y Sandy- se desprendiera desde la segunda base y el disparo del inicialista Gonzalo Márquez pareció llegar a tiempo. Fosse puso su muralla, pero a juicio del árbitro principal, de nacionalidad dominicana, Alomar logró franquearla. Ello enardeció a Fosse, quien reclamó airadamente aquella jugada que decretó la caída 5-4.
Llegó entonces la jornada final y parecía que el Ponce boricua rompería una igualada 3-3 en el noveno inning para poner en aprietos al Magallanes. Con Jorge Roque como corredor en la antesala, se produjo un toque de bola por la antesala en jugada de squeeze play. Dámaso Blanco corrió con todo hacia adelante, tomó la bola a mano limpia y se pasó a Fosse, quien tenía instalada la pared que Roque no pudo romper. Dos innings más tarde, Dámaso anotaría la carrera del triunfo y del campeonato, impulsado por un roletazo que sobrepasó al torpedero cubano Jacinto Hernández.
Apenas la voz de Delio Amado estalló con la anotación de la victoria, las ondas de Radio Rumbos se llenaron con el Himno Nacional. No era para menos, pues Venezuela nunca pudo ganar en las 12 versiones que integraron la primera etapa de la Serie del Caribe. Ahora, al comenzar la segunda, Magallanes rompía el maleficio.
Fosse, de 22 años de edad, tuvo mucho que ver con aquella alegría. Por ello fue más que justa su designación en el Todos Estrellas del evento. Su jugada en el noveno acto del juego decisivo, tuvo gran importancia en la consecución del título.
“Ha sido tal vez la mayor alegría en mi carrera, este título de la Serie del Caribe. El equipo jugó extraordinario beisbol. Me ha encantado esta experiencia en Venezuela. Es muy divertido jugar aquí, aparte de que todos los días hay muchas lecciones en el campo de juego”, declararía Fosse a la prensa, sabiéndose ya el mejor receptor de la Serie del Caribe de aquel 1970.
En las Grandes Ligas
Ray Fosse fue un veterano de 12 temporadas en las Mayores, desde 1967 hasta 1979. En ese lapso jugó para cuatro equipos diferentes, aunque los picos de su carrera los vivió con los Indios de Cleveland -con quienes actuó en dos etapas- y los Atléticos de Oakland, además de cortas pasantías con Marineros de Seattle y Cerveceros de Milwaukee. Jugó un total de ocho temporadas para los Indios y tres con los Atléticos.
También fue dos veces ganador del Guante de Oro y dos veces asistente al Juego de Estrellas durante su estadía en Cleveland.
Merece un comentario su primera aparición en el Clásico de Julio. Una presentación que casi le cuesta su carrera, gracias a un exceso de agresividad por parte de Pete Rose, que no pocos celebraron a rabiar, pues por aquellos días Rose era punto menos que un Dios.
Fue víctima de una infame colisión en el plato con Rose en la jugada que dejó en el campo a la Liga Americana en el Clásico de Julio en extra inning.
Estudiosos del beisbol sostienen que el brutal choque en el plato, arruinó la carrera de Fosse, quien después de este incidente sufrió persistentes problemas en el hombro durante años. Sin embargo, el careta jugaría ocho temporadas más en las Grandes Ligas.
Rose, al ser entrevistado al final del encuentro, realizado en el hoy extinto Estadio Riverfront de Cincinnati -inaugurado en aquel 1970- señaló que “mi padre jamás me hubiera perdonado si no hubiese arrollado al receptor para anotar”. Lo cierto es que Rose exageró la nota, pues el video de la jugada dejaba ver con claridad, que hubiese anotado fácilmente, sin necesidad de atropellar a Fosse, quien, dicho sea, consideró muy desafortunadas -por decir lo menos- las declaraciones de Rose sobre la jugada. En lo sucesivo, Fosse sería identificado por el resto de su vida con aquella imagen que mostraba a Rose como un depredador sobre su presa y al receptor con el rostro tallado por el dolor.
En sus ocho temporadas jugadas como grandeliga, se contaron tres con los Atléticos de Oakland, el cual terminaría como el club de sus amores. Con ellos logró colocarse anillos de Serie Mundial en 1973 y 1974, como suplente de Gene Tenace, quien por cierto en la justa 1969-1970 de la LVBP, comenzó como careta de los Leones del Caracas.
Culminada su carrera como activista, Fosse se enroló en la comunicación social. Y así, desde 1986 hasta el último agosto, fue la voz de los Atléticos en Radio y Televisión. Dos generaciones -al menos- identificaron su voz con el equipo del elefante.
En sus 12 años como grandeliga participó en 924 juegos para dejar una línea vitalicia de .256/.306/.367 y OPS de .673 puntos, 758 hits, 299 anotadas, 117 dobles, 13 triples, 61 jonrones y 324 empujadas. También robó 15 bases en 19 intentos, lo cual significa que al igual que en la LVBP, en las Mayores se caracterizó por ser un receptor que sabía correr. Los 13 triples igualmente confirman el concepto.
Al finalizar la temporada de 1970 con los hoy extintos Indios, fue a visitar al médico debido a un dolor recurrente en su clavícula. Le diagnosticaron una pequeña fractura, que para su suerte soldó muy rápido. Tanto que le dio tiempo para volver a jugar con Magallanes, esta vez en la campaña 1970-1971.
Ya con 23 años de edad, participó en 22 juegos en los cuales bateó de 85-29 para .341 puntos de promedio con slugging de .471, 12 anotadas, seis dobles, un triple y un jonrón, con 22 remolcadas. Sumó ocho extrabases y alcanzó 40 almohadillas.
Por aquellos días, los grandeligas estadounidenses podían jugar en el Caribe hasta cumplir su tercera temporada en las Mayores. Era una época donde no existía la agencia libre y los salarios no eran tan altos para la mayoría de los peloteros. Por ello, Fosse aprovechó la posibilidad de jugar pelota invernal entre 1969 y 1971. Los 4 mil dólares que devengaba en nuestro medio un pelotero del tipo Ray Fosse, resultaba de gran ayuda para ese jugador. Evidentemente, medio siglo después, las cosas han cambiado muchísimo.
La despedida
Concluida la temporada de 1979 en las Mayores, Ray Fosse tal vez intuyó que sus días en las Mayores estaban contados. Por ese motivo, decidió volver a Venezuela, una vez más con su querido Magallanes
Con 32 años a cuestas, participó en 54 juegos en la contienda 1979-1980. Exactamente diez años después de su esplendoroso estreno en Venezuela. Consumió 183 turnos en los cuales despachó 43 imparables, con ocho dobles y dos jonrones. Anotó en 15 oportunidades y remolcó 20 carreras, mientras terminaba con puntaje de .235 y slugging de .311. Alcanzó 57 bases y apenas soltó diez extrabases.
Analizada con frialdad aquella actuación, Fosse entendió que ya entonaba su canto de cisne. Su carrera llegaba a su fin en los estadios de Venezuela y con un uniforme que sudó, quiso y defendió.
Sin duda, Raymond Earl Fosse fue uno de los importados más enjundiosos que haya pasado por el beisbol profesional venezolano. Un pelotero inolvidable.