El Capitán Chirinos dice adiós

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Créditos Imagen: Robinson Chirinos | Fotos: Elio J. Miranda

 

José Ángel Rodríguez | Prensa LVBP

 

Valencia.- John Keating regresó a la Academia Welton para dictar clases de literatura. En ese exclusivo lugar, se formó como un estudiante ejemplar, algunas décadas atrás. “Pueden decirme Sr. Keating, o si lo prefieren ‘Oh capitán, mi capitán’” dijo en la disruptiva presentación a sus alumnos el personaje interpretado por Robin Williams, en El Club de los Poetas Muertos (1989).

“Oh capitán, mi capitán” es el título de un poema compuesto por Walt Whitman en 1865 como homenaje a Abraham Lincoln luego de su muerte, que adquirió un nuevo significado tras el filme protagonizado por Williams.

En una escena real, Robinson Chirinos retornó a Navegantes del Magallanes seis temporadas después, para impartir sus últimas cátedras en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Lo hizo, sin saber que sería nombrado el primer capitán del equipo desde el retiro de Endy Chávez en la campaña 2018-2019, de acuerdo a lo que manifestó con júbilo el receptor de 38 años de edad.

“Yo soñé mirando y aplaudiendo a este equipo, pensaba en un momento solo en jugar acá, ahora que oficialmente me nombran capitán, para mí es un sueño hecho realidad hacerlo en esta organización a la que he pertenecido 22 años”, describió el oriundo de Punto Fijo, luego de la práctica dominical. El sol quemaba y pidió hablar bajo la sombra del dugout local del Estadio José Bernardo Pérez de Valencia, porque sabía que la conversación se extendería. “Retirarme con Magallanes esta temporada fue el plan desde el principio. Espero jugar uno o dos años más en el beisbol de Estados Unidos, si Dios me lo permite. Creo que llegó el momento, era algo que quería anunciar después de la temporada. No quería que fuera una distracción, o tener que hablar todos los días del mismo tema”.

Chirinos, que siempre tiene la palabra durante las reuniones previas al comienzo de los juegos, decidió comunicarle a sus cofrades nautas y al gerente deportivo Luis Blasini la decisión con el objetivo de motivarlos en un mal momento de resultados, antes del último Caracas-Magallanes en la capital carabobeña.

En la película dirigida por Peter Weir, ganadora de un Oscar al mejor guión original, Keating les enseña a sus jóvenes aprendices el concepto de Carpe Diem. “Aprovechen el día, muchachos. Hagan de su vida algo extraordinario”, les dice, transmitiéndoles la idea de que deben pensar por sí mismos, aunque el viento y los comentarios estén en contra.

Esa idea se pregona en el buque. Los jugadores y el staff técnico forman un círculo en la raya entre la tercera base y el home antes de cada encuentro, algunas veces la ubicación varía un poco hacia el jardín izquierdo, pero lo que no cambia es el orden de hablantes. Darío Ortega, mental coach, por lo general es el primero, y le sigue Chirinos. Todos, con una rodilla hincada le escuchan.

“Muchos estaban sorprendidos”, recordó el falconiano sobre el momento en que comunicó a la tripulación carabobeña su última travesía en el navío. “Creen que puedo seguir jugando, pero siempre he creído que es mejor dejar de hacerlo bajo los términos de uno. Irse cuando de alguna forma las cosas marchan bien. Lo más difícil para un pelotero, y me ha tocado verlo aquí y también en Estados Unidos, es cuando los equipos sacan a los jugadores por una u otra razón, y no quiero que ese sea mi caso”.

 

A sus 38 años, Robinson Chirinos liga para .414 (29-12) en el Round Robin

 

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Chirinos firmó como profesional en el año 2000 con los Cachorros de Chicago y poco después lo hizo con Magallanes, el equipo que siguió desde la niñez. Eso sí, para lograrlo tuvo que imponer su sueño, porque en ese entonces la organización osezna tenía convenio con Caribes de Anzoátegui, club que ostentaba prioridad de contratación con él. Pero si algo tenía claro ese aún adolescente Chirinos, es que nadie más se encargaría de escribir su historia.

En la película de finales de la década de los 80, hay una escena en la que Keating obligó a los estudiantes a arrancar la introducción de un libro teórico, porque “la poesía no debe ser medida como algunos autores decían”. Sus métodos eran todo lo contrario a lo que acostumbraban en la estricta y elitista escuela ficticia, una característica que le hizo ganarse el afecto y respeto casi inmediato del salón.

“Cuando tenía 12 años sentí en mi corazón que yo iba a ser un jugador de Grandes Ligas, yo mismo empecé a trabajar dos años antes de llegar a Puerto Cabello (ciudad donde vivió par de años más antes de la firma y llegó a dormir en el Estadio La Independencia). Cuando llegué allí, ya había un Robinson más preparado, más fuerte, con mejor brazo porque tenía dos años entrenando por mi cuenta. Personas en Punto Fijo que me ayudaron a enfocarme en lo profesional. Antes de eso, el beisbol era amateur para mí, jugaba cuando me tocaba e igual practicaba, pero no era como decir ‘quiero hacerlo todos los días’”, rememoró Chirinos.

 

En su temporada de despedida, Robinson Chirinos ha mostrado sus sólidas habilidades detrás del plato

 

UN CAMBIO DE PERSPECTIVA

Chirinos desarrolló los primeros siete años de su carrera como infielder. Nunca pasó de Clase A avanzada en Ligas Menores durante aquel período, por momentos interminable y sin salida visible en el camino. “Todo valió la pena”, dijo sin rencor al recordar aquel lapso. “Fueron tantos sacrificios en Ligas Menores. Tantos años en lo que se veían tan lejanas las Grandes Ligas, difícil de llegar por una u otra razón. Lesiones, cambio de posición, repetir una liga, o no irme bien un año, pero yo siempre creí”. En 2011, finalmente, pudo graduarse de grandeliga con los Rayas de Tampa Bay, pero luego de haber completado la transición a la receptoría.

En una de las enseñanzas más emblemáticas de Keating a sus alumnos, se trepó a su escritorio en plena clase e invitó a todos los jóvenes a repetirlo. “Me he subido a la mesa para recordarme a mí mismo que debemos mirar constantemente las cosas de una manera diferente. El mundo se ve distinto desde aquí arriba. Si no me creen, vengan a probarlo”.

“Si me tocara decidir, haría el mismo recorrido”, afirmó Chirinos. “Yo decía hace un tiempo, cuando comencé a estar detrás del plato que era maduro, era un chamo que había jugado mucho como campocorto y segunda base. Yo veía mucho desde esas posiciones a los receptores llamando el juego y me daba una noción de cómo estar detrás del plato, no era que estaba perdido. Eso me preparó a estar detrás del plato, una cosa me llevó a la otra. Si me hubiese quedado en el infield, a lo mejor hubiese dejado de jugar hace 10 años. Hacer ese cambio alargó mi carrera y me permitió cumplir uno de mis sueños que era jugar 10 años en Grandes Ligas”.

En la última escena, tanto Keating, como Chirinos, agradecieron.

 

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