Créditos Imagen: Wilfredo Tovar, Gabriel Noriega y Alberto González | Fotos: Alejandro van Schermbeek
Carlos Valmore Rodríguez | Prensa LVBP
Caracas.- Wilfredo Tovar, Gabriel Noriega y Alberto González pertenecen a la familia de bateadores forjados por sí mismos, capaces de aprender a pegarle a la bola sin predisposición genética. Nacieron para fildeadores y se hicieron toleteros escuchando a los mayores, sudando la gota gorda y observando a los lanzadores.
Los tres encontraron a su paso por el beisbol uno o varios mentores, oyeron consejos y llegaron a “viejos” haciéndose respetar en el home por los monticulistas del beisbol profesional venezolano. “Trabajan y con el paso del tiempo captan cómo los afrontan los pitchers. Eso es experiencia”, apunta Ramón Castro, coach de bateo de los Leones del Caracas y quien conoce bien a este trío que dominó tardía, pero efectivamente, la destreza más difícil de adquirir en cualquier deporte profesional.
Wilfredo Tovar era un bateador desvalido en sus principios dentro del beisbol profesional venezolano. Durante sus primeras cinco temporadas, comprendidas entre sus cumpleaños 21 y 25, el infielder mirandino tuvo esmirriado promedio de .245, famélico porcentaje de embasado de .288, enteco slugging de .319 y flacuchento OPS de 687. Ese era Tovar con el madero hasta conocer al único padre que reconoce en el beisbol: Antonio Armas.
Bajo la tutela del primer jonronero criollo en Grandes Ligas, el parroquiano de Santa Teresa del Tuy revolucionó su ofensiva. Desde la campaña 2017-2018 y hasta la 2023-2024, vale decir, entre los 26 y los 32 almanaques, Tovar ha golpeado para .311 de average, .360 de OBP, .400 de slugging y .760 de OPS. Comenzó la jornada del viernes 17 de noviembre como segundo entre los hiteadores de la refriega 2023-2024, con 32, y décimo en anotadas, con 14. El cambio de Bravos de Margarita a los Leones del Caracas, donde Armas era instructor, alteró el curso de su bateo en la LVBP.
“De pequeño bateaba mucho, pero al llegar a profesional me cambió la mentalidad y me enfoqué más en la defensa”, dijo el exgrandeliga. “El cambio comenzó cuando llegué a los Leones del Caracas. Llegar al Caracas me motivó, pues fui caraquista desde niño, caraquista como mi papá y mi mamá. Y aquí conocí a mi padre en el beisbol: Antonio Armas. Él cambió mi plan de bateo, me enseñó a irme del medio hacia el rightfield, a agarrar buenos turnos y seleccionar pitcheos de calidad. Eso me ha ayudado a sobrevivir”.
Tovar reconoció que, antes de las clases de Armas, era presa fácil frente a cierto tipo de envíos. “No sabía reconocer los pitcheos rompientes. Solo le pegaba a la recta”, admitió. “En dos strikes me lanzaban curvas contra el suelo, les tiraba y ahí dañaba el turno. En dos strikes era un out regalado. Me arrojaban slider en el suelo, curva, curva y ponchado. En una de mis primeras prácticas con los Leones, Antonio se dio cuenta de que yo bateaba mucho hacia el leftfield y me recomendó que hiciera un cambio. Y le dije: ‘seguiré tu consejo’. Desde entonces me siento diferente, hasta el sol de hoy. Ahora puedo batear en dos strikes, busco más pitcheos en la zona y agarro más bases por bolas. Así ayudo más a mi equipo. Antonio Armas me cambió el chip y gracias a él puedo aprovechar la rapidez de mis manos”.
Wilfredo Tovar ha aportado un sólido bateo a Leones en los últimos seis años
“Una de las ventajas que te da batear hacia el rightfield es que siempre vas a estar en la zona de strike y escogiendo buenos pitcheos”, se extendió el defensor del cuadro. “En esta liga no te van a tirar tres rectas pegadas. Una o dos, si acaso; y luego se abren del medio hacia afuera. Y ahí es donde haces el ajuste. Debo ser agresivo en cualquier conteo para conseguir el pitcheo que quiero, el que estoy buscando y donde yo lo deseo. En algún momento me lo lanzarán”.
Tovar repite con insistencia que una de las razones por las cuales mejoró como artillero fue ajustar la ubicación de las manos. “Al principio las llevaba por fuera y perdía la maceta”, describió. “Al halar la bola, pullearla, como se dice, terminaba rodeando la zona de strike. Hoy, mis manos van por dentro y le llego mejor a la pelota. Eso también lo trabajé con Antonio Armas bateando soft toss en la malla. Allí practicas para darle a la pelota en la maceta en vez de pelarla por un milímetro en el turno y dar un foul para atrás. Así evitas conectar hacia arriba o hacia abajo y consigues líneas, que es lo que se pretende”.
Para llevar la teoría a la práctica, Tovar acondiciona su cuerpo. Infatigable, siempre lo verán ensayando, repitiendo, preparándose. “Para esta temporada me preparé tres meses antes”, contó. “Bajé de peso, ejercité las piernas y la cintura. Sé que el tiempo pasa y debe tomar previsiones: comer bien, dormir bien. Eso me ha ayudado. Me puse a correr en pista de atletismo dos meses, tres veces a la semana bajo la supervisión de Salas mi entrenador personal. Eso era en la mañana. En la tarde iba al gimnasio y fortalecía las piernas; y en la noche, spinning. Ahora, en el campeonato, cuando me ponen de designado, entro al cage a hacer bicicleta, a estirarme”.
En la edición anterior, Wilfredo Tovar no sacó una sola pelota del parque en 213 turnos. Durante la 2023-2024 lleva dos jonrones en poco más de cien veces. “Lo importante es tomar buenos turnos y hacer contactos sólidos, no buscar jonrones. Está rindiendo frutos todo el trabajo de preparación y los consejos de René (Reyes) y Ramón (Castro) sobre cómo lanzan los pitchers”, puntualizó.
La ñapa de Noriega
El infielder Gabriel Noriega siempre se lo recuerda a la gerencia de los Leones del Caracas: a él le pagan por agarrar rollings. Lo que batee “es ñapa”.
Esa “ñapa” de Noriega debe cargarse en un transporte de valores.
El monaguense de 33 años de vida comenzó la jornada del 17 de noviembre como líder bate del certamen 2023-2024 con .418 de promedio y segundo en slugging (.595); es uno de solo tres cañoneros con OPS superior a mil (1.012). Todo esto como noveno en el orden del mánager José Alguacil. Noriega, un pedestre toletero de .264 de average, .298 de OBP, .337 de slugging y .635 de OPS durante sus primeras nueve refriegas en la LVBP, ha castigado al pitcheo en sus tres últimas con .323 de promedio, .356 de OBP, .475 de slugging y .831 de OPS. “Trabaja duro, más que antes. Y ahora sabe más. Con los años ha ido conociendo la liga, aprendiendo cómo le tiran los pitchers”, explica su coach en el Caracas, Ramón Castro, la transformación de Noriega con el barquillo.
“Se trata de trabajo diario, consistencia, experiencia y aprendizaje gracias a consejos de mis coaches y compañeros”, explica Noriega su nueva faceta. “He tenido coaches como Néstor Smith, Robert Pérez, Ramón Castro, con los cuales he crecido. Antes ofrecía pura defensa y procuraba batear hacia el rightfield. Pero he tomado consejos para ser más agresivo y buscar los callejones”.
Noriega quien se llevó la cerca solo siete veces en sus primeras nueve lidias aquí, colecciona 10 bambinazos en el más reciente trienio. Y en esa “ñapa” no está incluido el grandslam contra Tiburones de La Guaira en el quinto juego de la final pasada. “Fue un jonrón épico para todo el mundo porque veníamos de perder dos juegos seguidos contra los Tiburones y eso nos despertó”, subraya el nativo de Maturín.
Se suponía que, a estas alturas del calendario, Noriega iba a estar banqueado por la llegada del grandeliga Oswald Peraza. Así pasó en diciembre pasado, cuando debió entregar la titularidad al aparecer los grandeligas Oswaldo Arcia, Eugenio Suárez y Gleyber Torres. A rolazos, Noriega defiende su espacio.
“No le paro mucho a lo que diga la gente”, responde el noveno bate de los Leones, quien se enlaza con el primer tolete Tovar para mortificar al enemigo. “Yo sé lo que soy y lo que puedo aportar para ganar. Yo sé que puedo batear y en cualquier momento chiquito, ahí está Noriega para ejecutar. Por mí, que lleguen los grandeligas a aportar. Eso fue igual el año pasado, cuando vinieron Gleyber (Torres) y Eugenio (Suárez) y se sintieron cómodos. Ya uno es maduro en este negocio y entiende que la decisión no es propia, sino del cuerpo técnico. Estoy contento de que vengan, ojalá lo hagan todos para que volvamos a ser campeones. Porque para mí lo importante no son los números, sino contribuir a las victorias necesarias para alcanzar el título”.
Gabriel Noriega inicia el fin de semana como líder bate del circuito
El toque de Tico
Entre los principales aportantes a su evolución como bateador, Gabriel Noriega cita a su excompañero Alberto González, otro ejemplo de bateador que no nació, sino que se hizo. “Noriega es mi hermanito”, sonríe el otrora bigleaguer. “Yo digo que Dios me quitó a mi hermano José Castillo (beisbolista fallecido en accidente de tránsito en 2018) y me consiguió a Noriega”.
“Yo una vez le pregunté a Castillo: ‘¿cómo haces tú para batear tanto si eres un desastre en el home?’”, evocó el ya cuarentón González. “Castillo me contestó: ‘solo voy a allá a pegarle a la pelota que me lanzan’. Y eso se me grabó. Entendí que uno debe ir al plato lo más relajado posible, sin presionarse porque le esté yendo mal, o porque vienes del banco. Eso se lo dije yo a Noriega”.
González comenzó en la LVBP como fildeador designado. En el trayecto comprendido entre las campañas 2005-2006 y 2018-2019, el zuliano tuvo delgada línea de .268 de average, .320 de OBP, .342 de slugging y .662 de OPS tras 2.461 apariciones. A partir de la 2019-2020 la mejoría es notoria: .311 de promedio, .364 de OBP, .377 de slugging y .741 de OPS. Si Tovar tuvo a Armas, y Noriega a Alberto González, Tico descubrió el bateo en México gracias a un orientador estadounidense.
“Allá me agarró, como en 2016, un coach de bateo-no recuerdo ahorita su nombre- y me dijo que me parara más adelante en el plato, de manera tal que el home me quedara en medio de las piernas”, detalló González. “Como allí te mandan muchas curvas, me sugirió colocarme más adelante para así reconocer a tiempo los quebrados. Los veo mejor y ahora sé que los pitcheos de la cintura para abajo son bolas y de la cintura para arriba vienen en strikes y les doy macheteado, con la mano derecha hacia abajo, para producir líneas”.
El Alberto González previo a la 2019-2020 rara vez se tomaba la molestia de seleccionar pitcheos. Como su compadre Castillo, iba al home a tirarle a la bola. El Alberto González renovado, más apto por su postura en el plato para distinguir lanzamientos, es más exigente con lo que le sirven. “Para eso te sirve la experiencia y el haber visto a tantos pitchers”, instruye el marabino. “Aquí en la liga creen que como soy viejito no voy a poder con la recta, pero como les he demostrado que el viejito sí puede, buscan dominarme más con rompientes. Como ahora veo mejor cómo vienen, los dejo pasar cuando van hacia afuera”.
Gracias a la recomendación de aquel coach en México, Alberto González aceleró el paso hacia los 800 hits y solo le faltan 13. Noriega, su “hermanito”, remontó los 400. Y Wilfredo Tovar enfila hacia los 500 (necesita 11 más). Su disposición al aprendizaje, la facultad de escuchar y la voluntad de progresar prevalecieron sobre unos cromosomas programados para atajar hasta crear bateadores por hechura propia, bateadores de oído.
Tico González, conocido por su sólido guante, se encamina a los 800 hits, tras transformarse empuñando el madero