Guatamare.- Polideportivo sin serlo, el versátil estadio Nueva Esparta ha sido diamante de beisbol, cancha de fútbol, tabloncillo de baloncesto y techo de futuros grandeligas. El hogar de Bravos de Margarita, que alojó dos Series del Caribe antes de hospedar su primea final de la pelota profesional venezolana tras 17 años de espera y cinco de destierro, ofrece distintas peculiaridades a quien quiera escarbar en su pasado de casi siete décadas.
Una de esas singularidades es su ubicación. El Nueva Esparta es una especie de terra nullius. No queda en Porlamar, tampoco en El Valle, ni en La Asunción. Se levanta sobre el sector Guatamare, cercano a estas tres localidades sin pertenecer a ninguna de ellas. Guatamare forma parte del municipio García, cuya capital es El Valle del Espíritu Santo.
Construido como parque de beisbol en los años cincuenta, este escenario, fácilmente identificable por su tribuna central con forma de concha marina, ha servido de asiento para otras disciplinas. En los años ochenta acogió al club de balompié profesional Pepeganga Margarita a falta de un rectángulo cónsono con las exigencias de un certamen profesional. Se jugaba del left al rightfield, si bien una de sus franjas laterales mordía la tierra del cuadro interior. Pepeganga llegó a clasificar a Copa Libertadores en 1990, pero al faltarle al Guatamare las condiciones mínimas requeridas para la disputa de un torneo internacional, la oncena debió trasladarse al estadio Pueblo Nuevo de San Cristóbal, estado Táchira. La divisa desapareció poco después.
EL “GIMNASIO” GUATAMARE
Tan inusual como practicar fútbol profesional en un terreno de beisbol es desplegar un tabloncillo de baloncesto sobre un campo de beisbol. Ocurrió en 1979, cuando Guaiqueríes de Margarita, en ese momento dictador de la Liga Especial de basquet con sus seis gallardetes consecutivos, libró en Guatamare la final del Suramericano de Clubes Campeones contra Sirio, hegemón continental de entonces.
El periodista David Nilo ha recopilado información sobre aquella anomalía y hurgó dentro de la hemeroteca para conseguir fotografías. “Guaiqueríes no pudo jugar en su sede habitual, el gimnasio Verde Rojas de La Asunción, porque este no cumplía con los estándares internacionales”, apunta Nilo. “Guatamare tenía capacidad para recibir más público y la cancha de instaló sobre el cuadro interior, a cielo abierto”. Sirio obtuvo la victoria con el legendario Oscar Schmidt en sus filas.
UN TECHO PARA LIVÁN
Una de las anécdotas preferidas de los cronistas del Nueva Esparta es la estadía del ex lanzador cubano Liván Hernández, campeón de Serie Mundial con los Marlins de Florida en 1997 y firmante de 178 triunfos tras 17 campañas como bigleaguer. Dicen que el derecho vivió tres meses clandestino bajo la tribuna izquierda a mediados de los noventa, luego de dejar Cuba para saltar al ámbito rentado.
Hernán “Guacharaco” González, actual secretario de viajes de Bravos de Margarita, confirma que Liván vivió allí antes de ser rico y famoso. “Dormía en el cuarto del conserje”, refiere González. “Su habitación quedaba donde hoy está el sistema de bombeo de agua”.
El estadio Nueva Esparta, que pasó cuatro temporadas exiliado del beisbol profesional venezolano, primero por la pandemia de Covid-19 y luego por daños en sus torres de iluminación, volvió justo a tiempo para cobijar a los Bravos en su primera Gran Final. Su estreno como finalista fue conmovedor. 14.982 entradas se vendieron para el estreno del Guatamare en instancias definitorias. Los graderíos se repletaron para acompañar a Margarita en su aventura frente a Cardenales de Lara para dirimir al campeón venezolano del torneo 2024-2025.
Antes de saltar a la fama con Florida, el cubano Liván Hernández vivió en Guatamare | Foto: Getty Images
