Créditos Imagen: Mike Álvarez Foto: Prensa Caribes de Anzoátegui
Alexander Mendoza | Prensa LVBP
Caracas.- Caribes de Anzoátegui alcanzó su undécima clasificación consecutiva en medio de una temporada difícil para LVBP y el beisbol en general, debido a la pandemia del nuevo Coronavirus. Pese a esas circunstancias, la celebración en medio del diamante del José Pérez Colmenares fue muy similar a las anteriores, con caras familiares y protagonistas recurrentes.
Pero hace poco más de una semana, el panorama no pintaba bien, aunque el equipo se encontraba en la vanguardia de la División Occidental. La intempestiva desvinculación con el manager Jackson Melián, luego de una abrupta ruptura con la oficia portocruzana, planteaba muchas interrogantes. Samuel Moscatel, gerente general del club, decidió resolverlas con la opción más viable para ese momento: Le ofreció el equipo al experimentado técnico Mike Álvarez.
“Le respondí a Samuel, como la había hecho antes, que no quería hacerlo”, reveló Álvarez, que está en su décima campaña como coach de pitcheo de la Tribu. “Samuel esperaba esa respuesta e insistió. Me explicó la situación, que no podía traer a nadie de afuera, que (Gustavo) Molina (despedido por Tiburones de La Guaira) estaba dispuesto a unirse al club, pero como coach de banca. La situación era difícil. Así que pensé en Caribes y no en mí”.
Álvarez contó con el respaldo del resto del cuerpo técnico. “Me reuní con ellos, les dije que cada quien iba a mantener sus responsabilidades intactas, que por ser manager interino no me las sabía todas de la noche a la mañana. Que no tuvieran miedo de hablar, de expresarse, de decir lo que pensaran. Al final sería yo quien tomaría las decisiones, pero escuchando lo que ellos tenían que decir”, abundó Álvarez.
Bajo su gestión Caribes juega para 7-1 y ratificó que era el club de la década pasada. Nada mal para alguien que nunca tuvo la oportunidad de dirigir.
“Soy coach de pitcheo, siempre lo he sido, ese es mi trabajo. Tal vez hace unos 10 o 12 años pensé en la posibilidad de dirigir, pero en una liga de novatos, donde todo es más fácil, las situaciones son controladas. No en esta candela, en la que todos saben que el objetivo es ganar y no formar. Ganar todos los días”.
Álvarez ha visto beisbol desde muy joven, como lanzador activo y luego como instructor de Ligas Menores durante 35 años, 15 de ellos en la LVBP. Nada le sorprende. Ha visto de todo un poco.
“Al principio me sentí raro”, atajó, al tiempo que confesó sus tribulaciones. “Algunas cosas se me pasaron, porque yo llevó todos los papeles, los números del pitcheo en mis manos, es mi rutina. Sé cómo llevarlo, cómo manejar los tiempos. Ahora tengo que cargar mi alineación y la del rival, incluidas las reservas. Así que el resto lo pegué de la pared. Molina ha sido de gran ayuda para mantenerse alerta”.
Molina se desempeñó la zafra anterior como coach de banca de Cardenales y quedó campeón, este año comenzó como piloto, antes de ser defenestrado.
“Tiene una visión del juego más amplia como jugador de posición, como receptor, y una corta pero buena carrera como técnico. Entonces me ha facilitado las cosas”, reiteró Álvarez.
Durante su breve pasantía como estratega, la ofensiva de Caribes ligó para .310, con siete jonrones y 42 carreras anotadas, a razón de 5.25 por desafío en ocho desafíos, antes de la jornada del jueves. Números llamativos, sólo que individualmente nadie sobresalió en demasía. Los cuadrangulares salieron de siete bates diferentes y seis miembros de la alineación empujaron entre cuatro y seis anotaciones. El pitcheo tiró para 4.43 de efectividad, por debajo de la media de la campaña (4.86). El cerrador Lester Oliveros, emergió como líder los brazos con balance de 2-0, tres salvados y 1.80 de efectividad, pero para que el juego llegara a sus manos, unos 10 taponeros aparecieron en el medio de los desafíos. La Tribu siguió siendo el mismo equipo compacto de la década anterior.
“Me reuní con los bateadores, me aseguré de conocer en qué situaciones se sentían más cómodos, jugadas de correr y batear, toques, qué lugar en el orden preferían. Una vez con eso claro, ordenaba la jugada, cuando se requería. El resto lo hicieron ellos en el terreno”, glosó Álvarez. “Con el pitcheo seguí haciendo lo mismo. Repartiendo las cargas de trabajo, algo que ha sido progresivo desde el inicio de la temporada, debido al parón de la pandemia. Controlo el número de envíos. Así pude tener a Oliveros disponible varios días seguidos. No es lo mismo sacar seis outs con 20 pitcheos que con 60. Eso evita el desgaste, tomando en cuenta la importancia del bullpen en esta liga”.
Ahora, Caribes seguirá camino con la tranquilidad de saberse clasificado, un lujo por estos días, en que el resto de los equipos batallan, en menor o mayor grado, para avanzar a la tierra prometida.
“Ahora me siento más cómodo usando la gorra de manager”, respiró aliviado Álvarez, pero no se confía. Sabe que no debe dar nada por sentado. “Cuando ganamos el pase a la Semifinal le dije a los muchachos que debíamos celebrar, pero no festejar. Simplemente dimos un paso más. Tenemos que seguir adelante con el mismo ímpetu que nos llevó a este momento y terminar con el mejor récord para asegurar la escogencia (sustitución), que mejor se adapte al club y a nuestras necesidades”.
¿Un nombre en especial?
“No vamos a adelantarnos. Este año habrá mucho talento disponible y todos los peloteros estarán activos, ninguno con muchos días sin jugar”, destacó. “Hay que pensarlo bien. Ahora no sólo se trata de seleccionar al de mejor campaña, al de mejores números, se trata de qué necesitas, qué te hace mejor. No es una decisión sencilla o que se tome a la ligera”.
El 14 de enero, Caribes se medirá en Semifinales al equipo que termine en el segundo puesto de la División Occidental, la más difícil de ambas zonas. No habrá margen de error y Álvarez lo sabe.
“Hay que pensar adelantado, no reaccionar. Hay que escuchar lo que me dicen los otros coaches y encontrarle la lógica a esos consejos, para tomar decisiones y esperar el resultado”.
Nada nuevo en el horizonte de alguien curtido en los diamantes, de alguien que debe ser asociado con el éxito de Anzoátegui.