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Alexander Mendoza | Prensa LVBP
Valencia.- Hassan Pena ha aparecido en la mitad de los juegos del Magallanes, camino a su récord de salvados en una temporada, que implantó el viernes, con 22.
La clave para el derecho ha sido la consistencia y durabilidad sobre el montículo. Desde su debut en la LVBP, hace tres años con Águilas del Zulia, suma 86 partidos, la tercera cifra más alta durante ese período entre los relevistas del circuito. Mientras que desde 2012 actuó en 231 desafíos en ligas menores, casi 60 por año. Nada mal para alguien que temió no volver a lanzar nunca más.
“Cuando llegué a Estados Unidos, me lesioné el hombro por primera vez”, reveló el derecho, que superó la marca de rescates de Santos Hernández (21), que durante 18 años fue intocable. “Nunca me había dolido el brazo. En ese momento me daban un 20 por ciento de probabilidades de volver a lanzar y creo que ahí pensé que todo había terminado”.
Pena, de 30 años de edad, escapó de Cuba en 2005 y pasó un año en un Community College de Palm Beach, Florida, antes de ser drafteado por los Nacionales de Washington, que lo firmaron por un bono de 149.500 dólares, en medio de grandes expectativas.
Solo que no pudo debutar ese verano porque trató de regresar al montículo antes de recuperarse por completo de una tendinitis en el hombro y sufrió una lesión en el manguito rotador, que ameritó una cirugía.
“Me operé y me rehabilité”, recordó Pena, que impresionó en las filiales de los Nats con una curva cortante y una recta de 94-95 millas por hora, cuando regresó en 2007. En ese momento era abridor y todo hacía pensar que tendría un futuro brillante con la organización. Pero se volvió a lastimar en 2008.
“Me operaron una vez más y entonces dije: ‘Ahora sí, se acabó. Pero gracias a Dios, tuve la fuerza de seguir adelante”.
A partir de ese momento se convirtió en relevista y ha llegado a establecerse como uno de los mejores taponeros del Caribe.
“Me he adaptado”, afirmó el derecho, que cada vez que puede agradece a los trainers del equipo por mantenerlo saludable.
“El beisbol venezolano se parece mucho al de mi país”, continuó. “Creo que me gusta la calidez de la gente, la compenetración que tenemos en Magallanes. Lo bien que nos llevamos todos, los coaches, los trainers. Eso te ayuda a estabilizarte y sentirte bien”.
En su primera incursión en la LVBP, rescató 12 partidos con Zulia y en las últimas dos zafras suma 41 con los Navegantes, lo que le ubica en el segundo lugar de todos los tiempos, igualado con Jean Machí, apenas a seis de superar la marca histórica de 46, que pertenece a Oscar Henríquez.
“Bueno, han sido más las oportunidades de salvar que he conseguido aquí, que cuando estuve con las Águilas. También es otro equipo. Sin mis compañeros, sin los pitchers que lanzan antes del noveno inning, no sería nadie”.
“Me alegra mucho lo que está viviendo, es un gran trabajador”, destacó Adonis García, su amigo y compatriota en la cueva de los filibusteros.
Para ser exitoso en un rol tan vulnerable y volátil, en el que se debe tener memoria corta después de una mala salida, el relevista necesita tener confianza en sí mismo, una férrea personalidad y capacidad para superar momentos difíciles. El cerrador debe apaciguar rebeliones y poner fin a encuentros por tres o menos carreras, en situaciones, generalmente de presión.
Pena no solo tuvo la fuerza de voluntad para regresar de dos operaciones, sino la fortaleza para salir delante de situaciones más difíciles que las del inning final de los juegos. Algo que le ha curtido para desempeñar su oficio.
“Uno de los momentos más difíciles de mi vida fue cuando traté de abandonar mi país por primera vez. Éramos cuatro peloteros que nos íbamos y al parecer alguien dio la voz de alarma y nos atraparon antes de montarnos en la lancha. Tuve 15 días preso, incomunicado, sin poder llamar a mi mamá”, recordó Pena, en una entrevista con Magallanes TV. “La segunda vez lo logramos, pero estuvimos en el mar por 15 horas, antes de llegar a Miami y nos cogió una tormenta. Entró mucha agua al bote, tuvimos que comenzar a achicarla. Se rompió un motor. Ha sido el único momento en el que temí morir. Estaba feo el mar”.
Luego de vencer a la adversidad en su vida personal, enfocarse en el montículo es cuestión de rutina.
“Es una persona extremadamente segura de lo que está haciendo en la lomita, trabaja muy fuerte”, afirmó el manager Carlos García. “Su actitud es una de las razones principales de su dominio”.
“Solo trato de tirar la pelota y hacer buenos lanzamientos para que las conexiones salgan a las manos de los jugadores que tengo detrás de mí. Es lo que hago”, puntualizó el antillano, que no le da muchas vueltas al asunto.
Por la seguridad que exuda, el Almirante García solo planifica el juego durante ocho entradas, el resto lo hace fácil Pena.
“Siempre sale a retar a los bateadores. Tiene una buena recta y posee una gran localización con sus lanzamientos quebrados en cualquier conteo. Tener a un lanzador del nivel de Hassan, no te pone a pensar mucho en el final del juego. La única preocupación que tienes durante el partido es el relevo intermedio, porque sabes que te va a dar la certeza que el noveno tramo está cubierto”, puntualizó García.
“Cada quien hace su trabajo”, aseguró Pena. “Trato de atacar al bateador y él hace sus conexiones. Es una competencia entre él y yo. Uno tiene que estar positivo y tratar de hacer los lanzamientos correspondientes para salir del inning. Aunque eso no me hace inmune a los batazos”
El receptor Jesús Sucre puede ufanarse de haber disfrutado de una vista privilegiada de la labor de Pena. El grandeliga es uno de los fanáticos del antillano.
“Es muy agresivo y eso dice mucho de su confianza en el montículo. Con tres buenos pitcheos (recta, cutter y curva), pareciera que siempre está en control de la situación. Usa cada uno de esos envíos cuando cree que es necesario”, glosó el careta. “Esas son las claves para él. Hassan me dice que cuando se siente bien, siempre lanza la recta, pero todos sabemos que tiene una curva que rompe rápido. La puede tirar en strike y la usa para ponchar tirándola contra el piso. Los rivales lo saben, pero igual no pueden pegarle”.
Pena, a su vez, le da crédito a Sucre. Desde su punto de vista, lo más importante es tener a su alrededor buenos compañeros.
“Contar con un catcher como Sucre, te da más confianza parav tirar esos pitcheos quebrados que en ocasiones van contra el piso”.
Pena ha salvado 53 partidos en 56 oportunidades, lo que le coloca a 17 de la marca vitalicia para un extranjero en la LVBP, que también pertenece al panameño Hernández. Si el cubano mantiene el ritmo, podría superarlo la próxima zafra.
“Santos es como mi hermano, le debo mucho por sus consejos cuando fue mi coach de pitcheo (Tigres de Quintana Roo, en la Liga Mexicana de Beisbol, hace un par de años). Ojalá pueda reunirme con él y compartir todo esto”, sonrió Pena.
Este mismo año, con suerte, podría igualar la marca en la Cuenca del Caribe, que implantó Mark Zappelli, con 23, con Yaquis de Ciudad Obregón, en la campaña 1990-1991, y que este año igualó Andrés Ávila, de Cañeros de los Mochis.
Sucre no tiene dudas sobre la posibilidad del apagafuegos de seguir implantando marcas.
“Es responsable y dedicado. Ama lo que hace”, sostuvo.
Pena no se fija en las marcas, recientemente señaló que comenzó a ver la cuenta de salvados cuando los periodistas empezaron a preguntarle. No es algo que controle. Lo único que desea es regresar al país cada mes de octubre.
“Mucha gente me conoce por esta liga. Me siento muy bien y significa mucho para mí estar aquí con Magallanes. Si Dios y la salud me lo permiten, voy a seguir viniendo todos los años”.
UNA PIZZA COMO RITUAL
Hassan Pena, como la mayoría de los peloteros, repite rituales antes de cada juego.
“En el guante con el que lanzo tengo escrito el nombre de mis hijos (Hassan y Oliver). Siempre les doy un beso y digo ‘esto es por ustedes’”, le contó a Magallanes TV. “En Valencia hay algo que no puede fallar. Debo comerme una pizza antes de empezar el juego. Eso no puede fallar. Solamente de queso, la que venden en el Estadio (José Bernardo Pérez). ¿Quién dice que está mala? (risas) A mí me encanta. Cada vez que la como me ha ido bien. La seguiré comiendo. ¿Por qué no?”.